Las dietas restrictivas, ese camino aparentemente prometedor hacia la pérdida de peso y la salud óptima, ¿realmente cumplen sus promesas?
Quizá puedas identificarte con algunas situaciones comunes como: rechazar un trozo de pastel en una celebración para «evitar afectar tu figura» porque está hecho con margarina o sentirte culpable por elegir pollo a la plancha en lugar de frito que tanto te gusta, como medida de control y considerado «saludable», limitarte a comer solo media banana o media taza de arroz para controlar la porción. ¡Sorpresa! Estas acciones son conductas restrictivas y disfuncionales con la alimentación.
Es importante aclarar que el término «dieta» en nutrición abarca tanto el patrón alimentario diario de una persona, considerando sus preferencias, acceso a alimentos y factores emocionales, como también las intervenciones dietoterapéuticas para tratar condiciones de salud como la gastritis, la diabetes o infecciones intestinales. Estas prácticas no vienen desde la restricción, si no que están centradas en el autocuidado.
Sin embargo, muchas personas tienen una percepción diferente de lo que implica una dieta, lo que nos sumerge en un ciclo interminable de restricciones alimentarias en busca de un ideal de belleza y salud ligado a la delgadez. Pero, ¿por qué estas dietas restrictivas no nos conducen a ningún resultado satisfactorio?
Para entender por qué sentimos la necesidad de seguir dietas restrictivas, es crucial analizar el origen y los pilares de este sistema. La cultura de las dietas restrictivas es un conjunto de creencias que promueve la idea de que nuestro valor como individuos está ligado a nuestro aspecto físico y a nuestra capacidad para controlar lo que comemos, culpabilizando y estigmatizando a las personas que no coinciden con esta supuesta visión de la salud. Esto genera un ambiente tóxico en el que se fomenta la vergüenza y la culpa en torno a la comida y el peso. Es probable que hayas experimentado las presiones asociadas con la cultura de la dieta restrictiva en algún momento de tu vida, incluso sin darte cuenta. A menudo pasa desapercibida, ya que hacer dieta no se limita a seguir una dieta hipocalórica, dieta de la sopa, ayunos o detox. Hacer dieta implica privarnos de ciertos alimentos o grupos de alimentos, siguiendo reglas externas de qué, cómo, cuándo, cuánto y cómo debemos de alimentarnos.
El resultado de estos intentos de controlar la comida crea una desconexión con nuestro propio cuerpo, donde se experimentan sentimientos como el hambre constante, episodios de atracones y el famoso ciclo de ganancia y pérdida de peso, conocido como efecto rebote o yo-yo, se relacionan con consecuencias negativas para la salud. Esto incluye una peor salud metabólica, cardiovascular, hormonal, niveles de estrés e inflamación interna, así como un mayor riesgo de desarrollar trastornos de la conducta alimentaria (TCA). Estudios también sugieren que aquellos que intentan controlar su alimentación tienen hasta 8 veces más probabilidades de desarrollar un TCA, o una probabilidad cercana al 40%.
Ante esta situación, te invito a reflexionar: ¿Cuántas veces has hecho una dieta restrictiva? ¿Cuántas veces la pudiste sostener? ¿Crees que fue tu culpa por no tener «suficiente fuerza de voluntad»? Es en estas respuestas a estas preguntas es donde se resume todo: MUCHAS, NUNCA Y JAMÁS.
Si aún tienes el deseo de hacer una dieta restrictiva, no te sientas mal, no hay juicio y no tienes por qué culpabilizarte. Hacer dieta es una manera en la que buscamos encajar, sentir seguridad y aceptación. Es un camino familiar que promete lo que anhelamos; por lo tanto, es normal que aparezcan mensajes o pensamientos que te lleven a querer regresar a hacer dieta. Sin embargo, recuerda que hay otro camino disponible para ti, uno que te ayuda a ir saliendo de manera autocompasiva de la cultura de dieta restrictiva y te permite sanar tu relación con la comida, cuerpo, movimiento y salud.
En resumen, el darle valor moral a la comida y el hipervigilar cada bocado que damos, el buscar una guía externa y no atender nuestras señales de hambre, buscar la modificación temporal del cuerpo a través de prácticas restrictivas y/o de ejercicio compulsivo, no se traduce en resultados duraderos y tienen serias repercusiones en nuestra salud física y emocional.No hacer dieta te ofrecerá autonomía, autocuidado, libertad y placer a la hora de comer lo que realmente quieres y tu cuerpo necesita.
Te invitamos a que veas nuestro en vivo en Instagram (https://www.instagram.com/p/C4t5tfbsIh-/ ), donde hablamos sobre el ciclo de las dietas que revela por qué no funcionan: restricción, hambre y antojos, atracón y culpa. También puedes unirte a nosotros en el reel donde compartimos 5 claves para reconocer una dieta restrictiva (https://www.instagram.com/p/C48Ps2YO44g/).
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Fuentes:
- Association of weight change, weight control practices, and weight cycling among women in the Nurses’ Health Study II. Field et al., 2004.
- Why does dieting predict weight gain in adolescents? Findings from project EAT-II: a 5-year longitudinal study Neumark-Sztainer, Wall, Haines, Story, & Eisenberg, 2007.
- Medicare’s search for effective obesity treatments: diets are not the answer. Mann et al., 2007.
- Long-term weight loss maintenance in the United States J L Kraschnewski et., 2010.
- The Weight-Inclusive versus Weight-Normative Approach to Health: Evaluating the Evidence for Prioritizing Well-Being over Weight Loss. Tylka et al., 2014.
- Body Weight Fluctuation as a Risk Factor for Type 2 Diabetes: Results from a Nationwide Cohort Study. Park et al., 2019.
- The consequences of a weight‐centric approach to healthcare: A case for a paradigm shift in how clinicians address body weight; Mauldin et al., 2022.
- Estudios de alimentación intuitiva: https://www.intuitiveeating.org/resources/studies/